Ciencia y Sociedad

Wednesday, April 17, 2013

REVOLUCIÓN, EMANCIPACIÓN Y… ¿EL DESTINO?

Por allá de enero de 2001 apareció en periódicos la convocatoria para un certamen sobre “las mujeres mexicanas que se atreven a contar su historia”. Varios años atrás, la Sra. María Massieu Helguera, fallecida el 23 de noviembre de 1979 (70 años de edad. Nació en San Luis Potosí el 24 de junio de 1909), no vivía para recordar y tampoco para escribir; el autor de esta reflexión, hijo mayor de María, se atrevió a recordar y escribir conversaciones sostenidas en su oportunidad con su mamá, como si ella se expresara en primera persona del singular.

Las notas no son para ningún certamen sino para nosotros mismos, familiares e interesados. Estamos en 2013.


Revolución

        Frente al espejo de la historia, veo hacia atrás y recuerdo mi infancia infeliz; todavía una niña, viví en San Luis Potosí y después en la ciudad de México. Eran los años de la Revolución Mexicana (1919 – 1920).
        Fui la mayor de nueve hijos que tuvieron mis padres, Wilfrido Massieu Pérez y María Helguera Ceballos. Me veo en fotografías de la infancia, en plena Revolución, delgada y un poco triste. El remolino que me tocó vivir me dio una niñez de sufrimiento. Él, general brigadier del Cuerpo de Ingenieros egresado del Colegio Militar; ella, ama de casa consagrada a su familia después de ser hija de una conocida familia potosina del siglo XIX.
        Al abandono del país por Porfirio Díaz, mi padre, como muchos militares “de carrera”, quedaron institucionalmente bajo el mando del gobierno de Madero. Fue entonces que, frente a la insurrección Felicista de 1913, mi padre quedó herido al defender el “Parque de Ingenieros”, justo al oriente del edificio de la antigua cárcel de Belem. Milagrosamente ha sobrevivido hasta hoy –verano del 2013- una sección del edificio de ladrillo rojo donde mi padre recibió el balazo –Fray Servando esquina con Vértiz-. Por años le escuché el relato: “Desde lo alto de la torre de observación de la cárcel, ya tomada por los alzados, los oficiales del Parque –de uniforme blanco-, fuimos blanco fácil…”
        El Presidente Madero, personalmente, le hizo un reconocimiento y le otorgó poco después un ascenso.
        Vino la usurpación de Huerta. Como compañero de armas en el antiguo ejército institucional y de sede el Colegio Militar, muchos militares se quedaron en el ejército.
        Se les tildó de “huertistas y porfiristas” por hacer y ser lo que fueron siempre: institucionales. Sí, mi padre combatió a los revolucionarios en el noreste del país, fue “Jefe de Armas” en Monterrey e hizo un llamado a las partes en lucha para hacer una tregua en 1914 y combatir juntos al invasor norteamericano en Veracruz. No fue escuchado. ¡Cómo lo afectó esa indiferencia! Recuerdo que muchos años después señaló: “Nuestra nación pagará caro esa desunión frente al enemigo del norte”. Poco tiempo después, al término de una licencia, ya no regresó al ejército. Se negó a seguir matando hermanos mexicanos… “desertó” así del ejército huertista.
        Fue solo hasta después de la caída de Victoriano Huerta y el advenimiento del ejército “constitucionalista” con Carranza en 1914, que se licenció a la tropa y clases del ejército federal.
        Su Jefe Superior, el General Joaquín Maas, alistaba un vagón en la vieja Estación Colonia para huir al extranjero con su familia… Ya para esa época y con boletos en la mano para ir todos a Nueva Orleans –ferrocarril y barco- llegaron de San Luis Potosí a México ciudad, buscando amparo, su suegra, cuñada –Mercedes- e hijo, Francisco Eppens. Vendió pasajes y con el dinero, compró alimentos en el “mercado negro”.
        Mi padre se quedó sin ingresos a causa del licenciamiento y careciendo de bienes de fortuna, tuvo que encerrarse en su casa. La realidad era que casi estábamos en el clandestinaje, compartiendo el primer piso de una casa con otra familia, situación que nunca habíamos vivido antes. A la periferia de la ciudad entraban y salían los bandos y grupos en pugna, haciendo tropelía y media. Se robaba, se asaltaba y se mataba a todos aquéllos que se les opusieran. Los distintos grupos tenían un denominador común: entraban a la ciudad buscando “pelones”, es decir, militares de carrera del antiguo ejército federal, cuya característica principal consistía en ostentar un corte de pelo casi al rape; era la disciplina militar de la época.
        Los antiguos “pelones” tenían varios caminos a elegir. Uno era unirse a cualquiera de las causas y/o bandos en pugna; otro, y si había recursos, era huir del país. El tercero, después de haberse negado a matar paisanos, consistía en cambiar su fisonomía, indumentaria y hábitos con la esperanza de pasar desapercibidos, y mal buscar acomodarse en algún modesto empleo de civil, que eran escasísimos; la economía se había desplomado.
        El ambiente en familia había pasado a ser de gran sufrimiento. En el curso de unos cuantos meses la relativa estabilidad económica de la familia se había destruido, y con ello, se había convertido en el triste hogar de un hombre que no recibía salario, es decir, los haberes de militar. Papá Wilfrido, antes escrupulosamente limpio, hoy vivía con la barba sin rasurar y el cabello más largo de lo acostumbrado. Nos manteníamos con la ayuda de otros familiares. Particularmente los niños pequeños nos encontrábamos en un estado de franca subalimentación, lánguidos y amedrentados. Después de mi madre, yo atendía el cargo… Fui prematuramente entrenada por la “universidad de la vida” en el arte de suplir a mi propia mamá para consolar hermanitos. Al recordarlo, siento correr algunas lágrimas por mis mejillas.
        Pese a los esfuerzos de mi madre, los frijoles y las verduras no alcanzaban, muriendo dos de mis hermanitos a causa de la desnutrición… y el tifo. Nunca olvidé los sufrimientos y las carencias de esa época. Yo, aunque siendo niña, era la mayor de las hijas y debía ayudar en todo menester. Ocupada mi madre en el cuidado de los mayores, crecí siendo una madre sustituta para mis hermanos menores, particularmente para Guillermo, que era el más pequeño y desvalido de todos; nunca me sorprendió que, con el correr de los años, llegara a ser un gran hombre de ciencia mexicano que, pionero en su campo (efectos neuroquímicos de la desnutrición humana), no dejó de verme un poco como mamá.
        Mi padre, al fin ingeniero, se ayudaba con la fabricación doméstica de unas parrillas o cocinillas de barro y lámina, que mediante una resistencia eléctrica, producían calor. Los hijos mayores salían a venderlas por el barrio, después de colectar el barro en las riberas del río.
        Frente al espejo de la historia veo hacia atrás y lloro con emoción, recordando las angustias y sufrimientos de esos años de penuria. Me agita un recuerdo en particular, referente a la circunstancia en que salvó su vida milagrosamente mi papá Wilfrido.
        Una mañana, llegó de la calle corriendo y temblando por la ansiedad; uno de mis hermanos mayores apuntaba a una parida de hombres a caballo que venían revisando portón en portón en busca de “ex-pelones”, y… ¡oh infortunio! La reja de la casita que ocupábamos permitía ver desde la calle, la calesa que usara mi padre durante sus años de servicio y que, aunque abandonada, polvosa, desvencijada y con una rueda rota, lo delataría rápidamente. Sólo los generales las usaban.
        Los niños, aleccionados desde tiempo atrás para controlar emociones, no expresaban nada que pudiera delatar la presencia de nuestro padre. Corrieron a esconderse. Él, mi papá Wilfrido, tenso y ahora en peligro, observaba de reojo detrás de una ventana, al grupo de hombres que revisaban casa por casa. Presos de una gran tensión, todos escuchábamos el resonar de cascos en el empedrado callejero. El vecindario se encerró. Nadie respiraba; en un momento de desesperación, mi madre y yo tomamos la imagen de San Francisco de Asís y la plantamos en el asiento de la calesa, “mirando hacia la calle”. Conteniendo una viva emoción, mamá se dirigió a la imagen, diciendo: “¡Por lo que más quieras, ayúdanos; por los seres más queridos que tuviste en vida, protege a mi peloncito y no dejes huérfanos a los siete que me quedan!” tuve miedo de moverme y solo sentía el latir apresurado del corazón. Mis hermanos, escondidos y temblorosos, mi padre en una espera como de felino al ver amenazado su territorio y yo con mi madre llorosa a un lado, todos, escuchábamos los cascos de los caballos y el ruido de voces cada vez más cerca…
        De pronto se escuchó un clarín; los caballos se detuvieron. En medio de gritos y exclamaciones agitadas, se escuchó una voz de mando, ya justo frente a la casa: “¡Regrésense, cabrones; se están venadeando a los nuestros desde el campanario! ¡Vayan a reforzarlos jijos de la…!”
        ¡Mi padre se había salvado! Y en un desusado abrazo colectivo, todos lloramos. Aunque usted no lo crea, como señala la frase, así fue y aunque usted no lo crea, ese ciclo de angustia, máxima tensión y relajamiento con lágrimas, marcó mi vida; ahora lo sé y lo siento.
        No quedó mi carácter exento de un singular respeto a la figura paterna: en medio de muchos hogares maternalistas y con la figura del padre ausente, para bien o para mal, el que marcó mis años jóvenes –infancia es destino- fue paternalista. ¿Hasta dónde fue esto afortunado? ¿Hasta dónde fue infortunado? Las cicatrices que dejaron estos años en mi espíritu ¿Por qué se notaban tanto? ¿No será el destino una secuencia interminable de cicatrices espirituales?
        Mis hermanos y yo vimos pasar la Revolución desde la reja de nuestro hogar. Con hambre, nerviosos y sin comunicación con el mundo confuso de afuera, todo era tener que interpretar constantemente los rasgos en la cara de los padres para saber cómo andaban las cosas. Los adultos, en épocas de crisis, siempre tratan a los niños como si no entendieran, pero ellos todo lo perciben, son más intuitivos y su sensibilidad no se ha empañado. El contexto se interpretaba viendo su cara.
        Pegados a la reja, mis hermanos y yo veíamos cómo nuestro padre desempleado y antes impecable en su atuendo, con un impresionante uniforme negro y dorado, hoy vestía ropa prestada de mayor talla; salía en busca de sustento y algo de alimento que proporcionarnos a los niños. Era penoso para todos verlo regresar con las manos vacías. La situación era difícil y pasábamos hambre y frío. No había dinero en casa.
        Recuerdo que uno de los aspectos de la Revolución que más me marcó, viviéndolo de niña, era el de la violencia extrema, que aparecía y desaparecía súbitamente, sin aviso previo y en cualquier parte. Angustia, tensión, relajamiento, lágrimas, parecía ser el inicio de un ciclo que marcaría mi vida.
        El hambre frecuentemente iba ligada a esos cambios y me tocó verla de cerca. Murieron por esa causa dos de mis hermanitos, después de haber sido una familia acostumbrada a vivir aunque no holgadamente, sí con los mínimos necesarios. La economía familiar se había ido al traste y no había empleos ni fuentes de trabajo. No fue solo 1915 el “año del hambre” como apuntan los libros de “Historia de la Revolución” ¡Fueron varios años!
        El sufrir cotidiano de ver a mi madre rodeada de menores a quienes alimentar careciendo de todos los medios para ello y el diario observar esta pena me llevó a pedir permiso para salir de casa ciertos días, muy de mañana y recorrer las afueras del barrio hacia el sur que en ese entonces eran campo abierto. Ahí recogía yo quelites, que llevaba religiosamente a la mesa de mi hogar para el alimento común. Solo yo sé lo que fue, en cierta ocasión, regresar satisfecha, con mi morral repleto de verduras, y sin anticiparlo, que el hambre y la muerte se cruzaran violentamente en mi camino.
        A la vuelta de una esquina una turba corriendo… cien o doscientas personas airadas y vociferantes apiñadas a la entrada de la casa amarilla con el portón de madera, por donde yo pasaba diario de regreso a casa… “¡Comida, comida! ¡Harina, maíz! ¡Abajo los gachupines! ¡Mueran los acaparadores!”, gritaba la multitud.
        Recuerdo que ante mis ojos de niña se sucedieron los hechos con gran rapidez. Alguien había delatado a “los gachupines de la casa amarilla” como acaparadores de arroz, maíz, harina, frijol y azúcar. Su tienda, mucho tiempo ha cerrada, había sido tapiada. No obstante, todos en esa casa, anexa a la tienda, continuaban saludables. “¿Qué comerán?” se interrogaban todos. “No llegaba nadie ahí con nada”. Durante la Revolución hubo también desconfianza, recelos y delaciones entre los vecinos del barrio; recuerdo los gritos de aquella multitud enardecida cuando arremetió con piedras y empujó el portón gritando a viva voz, mientras los gachupines desde la azotea, disparaban hacia el montón. Los disparos me sacaron de mi asombro y pude ver cómo, finalmente, en medio de gritos, empellones y súplicas, la gente sacó arrastrando los costales, y arremetieron todos contra los objetos de la casa y hasta con sus moradores. Sí se encontró comida… ¡y mucha! Un doble piso hacía las veces de bodega. La violencia y el griterío aumentaron, y después que la confusión cesó, sin poder apartar la vista del lugar y paralizada por una mezcla de terror y curiosidad, con mis ojos de niña, vi cómo quedaron tirados en esa calle cuatro o cinco cadáveres mezclados con frijol y azúcar regados en el suelo. Unos viejitos jalaban los cadáveres de los pies para poder recoger más desperdicios de comida. Angustia, tensión, relajamiento y… lágrimas.
        Finalmente pude continuar mi camino. Llegué a casa y vacié los quelites de mi morral en la mesa de la cocina. Sin chistar me retiré a mi cuarto por el resto del día. Por alguna razón que no alcanzaba a comprender, en esa ocasión no quise probar bocado.
        Veo hacia atrás y pienso que si pudiera sintetizar en pocas palabras los recuerdos que la Revolución implantó en mi mente, diría que fueron el del hambre, el dolor y la muerte, tomadas de la mano. Reflexiono: ¿Qué será mejor? ¿Una Revolución activa, violenta, sangrienta, “una poda” repentina que transforma a la sociedad súbitamente? o ¿Una transformación pasiva, lenta y dolorosa donde los cambios no se notan pero se dan paulatinamente, donde la gente no se alza en armas pero roba, asalta y mata a diario? Y el estado reprime, secuestra y desaparece poco a poco… No hay poda, pero el pueblo languidece paulatinamente, por años. ¿Quién destacaría más en la historia de los movimientos sociales? ¿Una Carmen Serdán o una Rosario Ibarra?
        Me doy cuenta que no fui revolucionaria. No podía. ¡Si era yo una niña! Pero si fui “revolucionada”, que, como tantas mujeres en nuestra nación, también revolucionadas y firmes en su papel, constituimos después la raíz de la nueva sociedad post-revolucionaria. ¿La nueva sociedad? ¿Qué nos dejó a las mujeres el remolino? ¿Qué cambios sociales de género produjo la matazón de varios años después de 1913? ¿Se transformó realmente el estado de la mujer? ¿Hubo emancipación?



Wilfrido Massieu Pérez, egresado del Colegio Militar (1904).



Cañonazos al norte de Monterrey (1914).



El Parque de Ingenieros ¡Ha sobrevivido!




Con ropa prestada, se integró a la vida civil (1915).


Emancipación

        Me pregunto: ¿Fuimos emancipadas? ¿Fui emancipada? ¿Qué quedó de la mujer “revolucionada” al término de la Revolución?
        Atrás quedaron los corsets, los chongos y los sombrerotes de gran dama que usó mi madre. Atrás las grandes faldas y sobretodos de París. Atrás las banquetas solo para el paso de catrines. Atrás un ejército independiente del yanqui ¡Aquí nos empezamos a agringar! Atrás quedó también una ciudad de México de 400 000 habitantes solo para una élite y las “Fiestas del Centenario”; sí, después de la Revolución, la ciudad se llenó de fuereños y una clase alejada de lo urbano hasta entonces: los campesinos y sus mujeres. Del chotis, el vals y las cuadrillas, se pasó a la popular y pegajosa “yo soy rielera y tengo mi Juan…”
        Recuerdo cuando me corté el cabello y al lado de las Nahuis, Tinas, Isadoras, Alejandras y Antonietas, mi prima La Nena y miles de jovencitas y mujeres más, frente al espejo, dijimos adiós al cabello largo y la infancia dolorosa. Fuimos consideradas “Las Pelonas” de los estruendosos veinte, como yo, éramos adolescentes…
        Aparecieron en la mujer los pantalones, los chalecos masculinoides y su mimetismo. A fumar ¡A fumar todas! Minifalda de flecos, mascadas, echarpes y telas; a bailar, a bailar “charleston” enloquecedoramente. En el Club Potosino “los roaring twenties”. ¡Cuánto bailé! ¡Cuánta libertad! Para nosotras las mujeres, jovencitas entonces, fueron los años veinte la verdadera re-evolución. A mí me llegó como a los 15 años, es decir, por ahí de 1925.
        Mi padre Wilfrido, al fin Ingeniero, fue llamado por Vasconcelos para crear una Escuela para Hijos de Ferrocarrileros, ya que Obregón quería mostrar su gratitud al personal del medio de transporte, gracias al cual se trasladó por todo el territorio patrio. La Revolución -ya con L y R mayúsculas- rápidamente se rebasó la idea y se amplió, para constituir el ITI, en 1923, el Instituto Técnico Industrial, tronco precursor del IPN y criadero de técnicos para el nuevo país. Aunque éramos las primeras mujeres post-revolucionarias en lo que parecía ser otro mundo, no todo fue jolgorio, murales de Diego y Frida, ni trío Garnica Ascencio. Los Gobiernos del México nuevo abrieron a la mujer las puertas de la enseñanza “técnica” por primera vez en la historia.
        Muchas ingresamos a las nuevas escuelas técnicas, como la famosa Escuela Técnica Industrial y Comercial (ETIC) del “Parque Lira”. Ahí aprendí a cortar y coser todo tipo de ropa, a decorar, a dibujar y pintar, a escribir a máquina, a reparar enseres y aparatos domésticos. Inducida por mi padre, ahí se me inscribió a los quince años y tuve como compañeras a hijas de obreros, de campesinos y empleados. Proletarios, como entonces se decía. Aunque algunas éramos de “clase media”, fueron valiosos esos primeros intentos del nuevo estado mexicano para sacar a la mujer de la cocina, de lavar ropa y de tejer calceta como único proyecto de vida. No salíamos todas a trabajar en oficinas, talleres y fábricas, separadas del hogar, pero aprendí mucho en esa socialización… lo que entonces aprendí fue bálsamo para las penas de la vida, que nunca cesaron. Adquirí destrezas que me fueron muy útiles en el transcurso de mi vida. Aprendí a cortar ropa de todo tipo, mejor que un sastre y a mi vez, sin tener una escuela propia, enseñé a muchas otras mujeres ¡Era muy hábil!
        Era yo una bella adolescente y participé en eventos desarrollados en el “Estadio Nacional” por allá del sur en la colonia Roma… La inauguración del Estadio fue la apoteosis de la obra educacional obregonista. Como señala Vasconcelos “queríamos tener un teatro al aire libre para presentar cuerpos de baile y de gimnasia”… el 4 de mayo de 1924 se inauguró con 60 000 almas de público.
        Pronto llegaron “los galanes”, “pretendientes”, como se les llamaba entonces. No fueron muchos, ya que mi padre, nacido en 1874, “porfiriano” y ex-militar, era bueno, pero de mano dura. Cuando manifesté mi deseo de estudiar Medicina, simplemente me espetó: “Las señoritas decentes no van a la Universidad”… ¿Cómo la ven?
        Recuerdo al pretendiente alemán, con quien ya hacía planes de boda, y que, al regresar de un paseo por el Desierto de los Leones, atropelló con su auto a un indígena; despectivamente, siguió su curso sin detenerse… Le reclamé, discutimos y lo percibí racista; ahí terminó el romance. Sin sospecharlo, después apareció el bueno: era un “aguacate pellizcado”, es decir, un prieto de ojos claros, muy deportista, muy conocedor de los vehículos automotores y muy viajado; llegó del norte del país, un poco huraño ¿Cómo no iba a serlo si se quedó huérfano de padre y madre en la Revolución? Yo 19 años. Él, 25… pero antes de presentarles mis recuerdos al respecto, me llena de exaltación el de dos figuras femeninas de gran renombre que influyeron indirectamente en mi personalidad adolescente, es decir, en la segunda mitad de la década de los años 1920. Me refiero a Isadora Duncan y Alejandra Kollontai, de fama mundial; la primera pasó por México y la segunda se quedó varios años.
        Isadora Duncan, innovadora de la danza moderna y que para mí, amante de la danza y el baile, representaba una mujer admirable, símbolo a emular; la segunda, Alejandra Kollontai, bella mujer de gran carácter que causó revuelo al llegar a México como primera embajadora de la URSS, precedida de sus libros e ideas acerca del rol de la mujer en “la nueva sociedad”. Productos de la misma época, con la revolución rusa, la primera guerra mundial y la revolución mexicana más o menos coincidentes en el tiempo, ambas recontextualizaron el papel de “la mujer nueva” y la “nueva moral sexual” en un nuevo marco de l-i-b-e-r-t-a-d.
        Al igual que Isadora, Alejandra tuvo muchos enamorados. Eran muy atractivas ¿Qué adolescente no quiere emular a mujeres bellas e inteligentes? ¿Cómo no iban a influir en mí? Si yo era un espíritu sediento de libertad, alegría y belleza después de una infancia “muy dura”. En casa se hablaba mucho de ellas y yo, con mi hermana Refugio y nuestra bola de primas, hacía lo propio.



En 1919, la joven María a la derecha.



En 1924, las alumnas inauguraron el Estadio Nacional.



Bailando con su hermana Refugio y la prima Cota.



Frente al coche y casa familiar, en Rosal #233.


Y… ¿el “Destino”?

        Poseedora de un temperamento vivaz, acepté sin muchos meses de cortejo la petición formal “de mano” de Manuel. En nuestra cultura: “Revolución” (y no reevolución), la realización de la mujer, se da en el marco de los hijos y el matrimonio. Después de todo Alejandra e Isadora no eran mexicanas, y la medicina y la danza podrían esperar, y ¡el amor ahí estaba ya tocando las puertas del corazón! ¿Medicina? Me lo negaron ¿Danza? Solo en la escuela o en casa con la profesora particular, mi hermana y mis primas. Mi instinto maternal se despertó y vi en la infancia de mi novio Manuel, un poco solitario y huérfano, alguien a quien proteger, como a mis hermanos en la Revolución. El enganche fue automático.
        ¿Cuántas mujeres pensarían como yo entonces? ¿Cuántas mujeres piensan así todavía hoy? Nunca lo sabré ¿Cómo resolver el dilema entre las posibilidades del amor-entrega frente a las aspiraciones de libertad-realización? ¿Cuánto pesó en la decisión para relacionarme con mi novio huérfano (y el más pequeño de muchos hermanos) una infancia protectora de hermanitos? ¿Es la condición de la infancia la que nos lleva a decidir de adultos? ¿Infancia es destino?
        Nos casamos por lo civil a finales de diciembre de 1929 y en enero de 1930 fue la ceremonia religiosa en la iglesia de Enrico Martínez esquina Morelos. La colonia del Valle había iniciado su construcción en una especie de jacalón de madera –la de verdad- la que se ve hoy en día, pronto inició su proyecto… La del “Pueblo de la Piedad” iniciaba su ¡destrucción! en lo que hoy es Av. Cuauhtémoc y Obrero Mundial. Esto era contraesquina del Parque Delta.
        Pronto llegaron los hijos. Manuel en 1930, María Guadalupe (Bibi) en 1931, Wilfrido (qepd) en 1935 y Bernardo en 1937.
        Bernardo recibe mi atención completa pues padeció enfermedad desde pequeño… al crecer mejoró y se hizo fuerte. Con los demás padecí. Manuel desarrolló su zurdera y para 1938 ya casi la hice desaparecer. Con Bibi batallamos por sus problemas de piernas; Wilfrido no escapaba de mis ratos de mal humor. Pasaron los años y sufría yo las infidelidades de Manuel, como sufrí yo todo mi matrimonio. Más años encima, problemas y mi esposo “perdió” su trabajo aquí en el D.F., en la Agencia Central de la Ford. Nos trasladamos a Nuevo Laredo. Era empezar de nuevo, de 1943 hasta 1948; el lado americano de Laredo estaba en la IIª Guerra Mundial y hasta allá iban los hijos a la Escuela y era la oportunidad para aprender inglés en un contexto cultural que les era ajeno.
        Hacia 1946 me embaracé y perdí, por meningitis, a mi última niña –Alejandra- que fue enterrada en el Panteón Civil de Nuevo Laredo.
        ¡Ah! ¡Cómo me afectó ese drama! Pues Alejandra era mi hija ya cuando yo era mayor (35 años). No hubo más… ¡cómo sufrí la desaparición de Alejandra! Mi carácter tenía altas y bajas y cuando digo bajas, eran producto de una ¡depresión crónica!
        Para el fallecimiento de mi padre Wilfrido y ceremonia -a cuerpo presente- en el IPN de Santo Tomás en marzo de 1944, nos trasladamos temporalmente a la casa de la ahora viuda (mi mamá) en Gabriel Mancera 233 (antes calle Rosal). Con los hijos al lado, ahí estuvimos hasta fin de ese año y regresamos a nuestra casa en González 2012 en Nuevo Laredo; sufrimos mucho en el D.F. todo ese 1944…
        Cuando la familia regresó al D.F. –finales de 1948- yo ya no salía de la depresión, misma que se expresó con esas “altas y bajas”. Sufría yo mucho e hice sufrir a los que me rodeaban.

        Viví la Revolución, pensé en la Emancipación y el ¿Destino? me pregunto, ¿Dónde quedó?




La boda de María y Manuel, Enero 1930.




María con su mamá y Manuel, Bibi, Will y Bernis (1938).


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Thursday, January 31, 2013

Hablando de vacunas: en México no hay Profetas, pero si Historiadores.


Decir esto en el campo de las enfermedades microbianas, las vacunas y la seguridad nacional en estos inicios del siglo XXI puede ser una gran verdad. Aparte de aquellos adivinos “que mostraron a Moctezuma la cabeza de extraña ave con una especie de espejo en el que se veían primero el cielo y luego bandas de hombres armados…que anunciaban la invasión española” no conozco la existencia de sabios de nuestro terruño que anticiparan futuros contemporáneos y menos que, cercanos al poder político fueran consultados como tantos líderes en el mundo con sus “situation room”. Por alguna razón nuestra Nación ha dado preeminencia a los historiadores, pero no a los que ven más adelante…

A pesar de que profesionales de la salud, sociólogos bien informados habían pronosticado “escenarios futuros” para el surgimiento o resurgimiento de enfermedades de gran costo en impacto social en México, particularmente las infecciosas, salta a la vista la gran interrogante: ¿Por qué se decidió a finales del siglo XX desmantelar la capacidad nacional de producción de vacunas? Dándole entrada al sector privado; ¿por qué? Es la gran interrogante que flota en el aire…Mal que bien hasta mediados de los 1990´s México era 90% autosuficiente para satisfacer la demanda local. Pioneros en la manufactura de “biológicos” desde hace un siglo, gracias al mismo Luis Pasteur que además de desarrollarlas, había comisionado al doctor Joseph Girard –su colaborador- para adiestrar a los mexicanos en las primeras vacunas; por varios años estuvo Girard en México.

Nos mantuvimos por décadas dentro del selecto grupo de países ricos y productores de vacunas. Debe decirse, no obstante, que para la década de los 1990´s se requerían de 50 a 100 millones de dólares para modernizar la planta productora de vacunas en México desatendida por años, urgía su traslado a una zona “fría” fuera del DF; eran dos Institutos Nacionales –de Higiene y de Virología- dentro de la SSA. Necesitaban modernizarse…y no se hizo, dejándolos en el norte de la ciudad sin comparación con los del sur de la Secretaría.

Para los colosales gastos federales de finales del priismo y principios del “panuchismo” con tanto “petrodólar” que les llegó a Fox y Calderón, se pensó que se modernizaría lo producción local; pero ¡oh sorpresa! en lugar de modernizar los dos institutos, se les desmanteló, poniéndolos bajo un ente burocrático maquillado como” empresa paraestatal” que se llama Birmex. Se terminó con los cien años de enfoque social a la producción y distribución de biológicos. Seguramente se pensó ¿para qué producir vacunas teniendo un mercado atado –SSA, IMMS,ISSSTE. Pero la idea resultó torpe pues los hombres de las decisiones no anticiparon la “quiebra” del mercado, ni sobre todo, el 11 de septiembre aquel de las Torres Gemelas en NY. Desde ese momento los gobiernos pusieron a los microorganismos patógenos, necesarios para la fabricación de vacunas, como algo política y militarmente estratégico para las naciones con autoestima. Aquí terminó la globalización…

En el umbral de un cambio tecnológico espectacular -vegetales transgénicos con antígenos microbianos- que serían administradas en la ensalada a los niños. El Sr. Zedillo y el Sr. Salinas Presidentes de México aventaron el arpa en esto y no solo no se modernizó la producción de vacunas en México, ni las ciencias correspondientes, sino que se dejó de producir esos biológicos que la niñez y juventud de la nación requerían y…requieren -¿Traición a la Patria?- A la miopía política se unió el desatino en México, ya que los países, ricos y auto productores, recuperaron su producción y la HICIERON bajo vigilancia FEDERAL; nosotros al REVES VOLTEADO fuimos a dar con una “empresita” que no es “ni chicha ni limonada” dando entrada a empresas multinacionales ¿Quién nos venderá las vacunas que necesitamos? ¿Quién nos pasará la cuenta y a que costo? ¿Y todavía se desaprobó el “requisito de planta” que marcaba la legislación mexicana en farmacia e industrias? hágame Usted el favor ¿por qué los legisladores mexicanos aprobaron este cambio?

Exponer la niñez y juventud mexicana a vacunas producidas en otros países es un riesgo muy grande. ¿Hay alguna garantía de que no reaparecerá la viruela –negra- entre nosotros? ¡Cuidado! Hay unos 65 millones de niños y jóvenes mexicanos menores de 45 años de edad SIN haberse vacunado NUNCA CONTRA LA VIRUELA -unos 45 o 50 años sin empleo de la vacuna- que hoy es un arma biológica. Mientras los EEUU ya tiene todo su abasto listo para toda su ciudanía, aquí no se sabe ni cuanta tenemos, ni dónde está ¿que esperamos? ¿EEUU nos  cederá algunas dosis? ¿iremos al futuro nuevamente “mordiendo rebozo” a pedir a otros lo que necesitamos? ¿Que nos pedirán a cambio?
En lugar de traer tecnología de vacunas, extranjera, “a precio alzado” ¿no estaremos en posición de RECUPERAR nuestra propia producción y brindar la seguridad necesaria para la niñez y juventud mexicana de hoy y la de mañana? Ellos son los garantes de una nación saludable, educada y soberana

Saturday, March 17, 2012

Los Massieu son unos Salvajes (XVI) Recuerdos de mis Profesores españoles en la E. N. C. B. del IPN.

De la excelente nota de Don Eulalio Ferrer Rodríguez que publicó La Jornada el 31, mayo,1999, “El exilio español en México” -ante el 60 aniversario del exilio español- tomo algunas porciones antes de decir lo mio:
“Un 13 de junio de 1939, hace 60 años, a bordo del Sinaia, arribaría a Veracruz, procedente de Francia, la primera expedición de mil 600 refugiados españoles. La recibió, a nombre del Presidente Cárdenas, su Secretario de Gobernación, licenciado Ignacio García Téllez. Suyas fueron estas palabras, El gobierno y pueblo de México os reciben como a exponentes de la causa imperecedera de las libertades del hombre. Vuestras madres, esposas e hijos encontrarán en nuestro suelo un regazo cariñoso y hospitalario”.
“Al Sinaia seguirían otros barcos en el mismo año de 1939 y en 1940-1941,incluyendo a refugiados que se encontraban en el norte de África, hasta completar una cifra de 30 mil…Aunque falta una estadística fiel, se ha estimado que entre los exiliados que llegaron a México, figuraban unos 5 mil profesionistas calificados, incluidos actores y diversos géneros de artistas; 2 mil 700 catedráticos y profesores de varias categorías; unos 500 magistrados, abogados y estudiantes de derecho ;unos 500 escritores, poetas, pintores y periodistas; unos 250 ingenieros y arquitectos. También, unos 250 militares de distintas armas, predominantemente de la aviación…En el caso de los médicos -500 aproximadament- se constituyó en 1939 un Ateneo Ramón y Cajal, presidido por el doctor Manuel Márquez…”
El ambiente social en México no era el mas receptivo para recibir innumerables españoles exiliados ; ese ambiente se reflejó en una actitud también algo fría en la UNAM, particularmente en el área de Medicina... La explicación se encuentra en la historia de esa institución en los años previos a la inmigración española. Las relaciones entre la UNAM y el gobierno Cardenista no eran de lo mejor, había posiciones opuestas cuando Narciso Bassols que era dirigente de Educación Pública se metió con el presupuesto universitario; en ese entonces el Rector Gómez Morfín -también fundador del PAN- y siguientes rectores, colisionaban con la filosofía de la SEP; al respecto hay varias lecturas, pero recomiendo leer a Tomás Pérez Vejo en “España en el Imaginario Mexicano: el Choque del Exilio”, Universidad A. del Estado de Morelos, en internet o de Victoria Lerner “La Educación Socialista”, ed. El Colegio de México, 1979.
En ese marco de oposición de la UNAM al gobierno cardenista, el Presidente creó, sostuvo y mantuvo al IPN como institución popular, social y democrática. La llegada de los académicos españoles encajó muy bien según los ideales y programas del Politécnico; muchos académicos recién llegados funcionaron atinadamente en las diferentes escuelas y centros del IPN. Los años de “1940”, sirvieron a los académicos inmigrados para conocer la vida académica mexicana y adaptarse a sus quehaceres en una nueva sociedad...
Las altas autoridades de la UNAM –Rector Gustavo Baz- y el Director General del IPN, Wilfrido Massieu tuvieron cercanía completa en el espacio, aunque la distancia ”emocional” la mantenía lejana el Rector, ver fotografía de 1940 en Morelia



( figura 1); la imagen muestra al Rector Baz “negando” su aceptación del IPN, su autoridad máxima y algunas de sus escuelas y carreras; este aspecto llevó al Politécnico a una lucha por su aceptación social frente al gobierno en turno –ya de Ávila Camacho- en el plano de la enseñanza superior del país, donde el Rector Baz y la UNAM no admitían competencia alguna.
De aquellos académicos españoles, ya adaptados en los 1940, el suscrito tuvo como Profesores a “doce” en 1952, de los que su personalidad y ejemplo afectaron mas a este autor. Con punto y aparte merecería ser comentada la creación y arranque de la “Casa de España en México” –hoy “Colegio de México”- que con todos sus matices e historia- ha sido ya referida por Clara E .Lida,” La Casa de España en México”, ed. Colegio de México,1988 ; esta “Casa” en sus inicios, tuvo relación con el Poli.
Los doce Académicos españoles que conocí yo como alumno y a los que me referiré mas adelante, fueron Ramón Álvarez Buylla, Modesto Bargalló Ardévol, Adela Barnés, Cándido Bolivar Pieltain , Federico Bonet Marco, Pedro Carrasco, Manuel Castañeda Agulló, Gómez Vinuenza, Juan De Oyarzabal, Serafina Palma, Dionisio Peláez y María Teresa Toral…Todos fueron excelentes Profesores y conocí mas, a unos que a otros, incluyendo sus capacidades como ”investigador”; aquí les expreso mi gratitud ilimitada a los doce…
De Ramón Álvarez Buylla,
Llevé el Curso “Fisiología de Mamíferos” con Don Ramón por allá de 1954-5. Éramos 50 alumnos dedicados a varias licenciaturas y -pensando en este nivel - que bueno que los hijos de RAB ya sean de la UNAM pues “lo pasado…pasó” –vide supra-, RAB se desesperaba con los que no compartíamos interés por su materia, mi interés era la Bacteriología; RAB me recomendó un buen libro soviético


(aquí figura 2) cuyo autor Speransky, relacionaba al sistema nervioso con asuntos microbiológicos, este libro lo adquirí y disfruto aún. RAB brillaba en el laboratorio, era un gran experimentador… Nos comentaba –en ruso- cuando el con otros jóvenes republicanos fueron a la URSS a entrenar como pilotos de avión y no llegaron a ser utilizados contra de “los stuka” alemanes, hecho que nos asombraba. La vida de RAB se antojaba algo mítica, como la de otros profesores “refugiados”.
En la ENCB –única “Nacional”- entre las escuelas del IPN, llegaba el momento “de los exámenes” y ya en el salón correspondiente, a mi izquierda, se sentaba la atractiva estudiante de Biología –yo iba a Bacteriología- que se llamaba Elena Roces (hija del famoso Wenceslao) traductor directo del alemán al español de varias obras como “El Capital”… En el momento del examen -y RAB, “vigilante” al frente-, Roces me atosigaba con frases de “¡dime la respuesta a la número 5! ¡dímela...! ante mi silencio me arrebató el papel y lo copió en un descuido de RAB…Pasaron días y las calificaciones aparecieron en papel pegados a un muro, fui a verlas y quedé “paralizado”: Elena Roces 10.0 y Manuel Servín Massieu 8.0…¡Caraxo pensé! ¿Cómo puede ser esto?
Pasaron muchos años y un día después de visitar el CINVESTAV salí yo a pie por el estacionamiento en el momento en que salía un auto; por la ventanilla me hacía señas el conductor y me invitó a subirme –“aventón”-; el conductor ¡era RAB ¡ y a su lado ¡Elena Roces! Que me presentó “como su esposa”… ¡Se habían casado! e instantáneamente entendí ¡aquel diferendo de calificaciones de años atrás!…así es el amor ¿o no?
De Modesto Bargalló Ardévol;
Lo recuerdo con gran afecto; Don Modesto era un Profesor en toda la línea, era excelente. Tengo varios de sus libros publicados por el…Como recuerdo a Don Modesto en clase

(figura 3); sacaba de su maleta figuras de onyx tipo cubos, esferas, pirámides, etc para explicar lo que eran la morfología los enlaces químicos del tipo polar o covalente, en ocasiones Don Modesto decía al compañero “dele la mano a su compañera de al lado…” y continuaba la explicación, ¡ah! si era la mas guapa . En ocasiones llegaba a la puerta del salón, Miguel su hijo y don Modesto desde la tarima y el pizarrón, discutía con Miguel Bargalló -compañero de mi hermano Will (QEPD) en la ESIME- la palabrería entre Modesto y su hijo era en un lenguaje extraño para el alumnado…¡era catalán! En otras ocasiones el Profesor se retiraba a casa de pasajero en la motocicleta BSA de Miguel…a este último lo veía yo por casa donde tenía su novia de toda la vida –y hoy su esposa- Isela Barocio. Las clases de don Modesto eran muy amenas y en buen lenguaje, pero cuando hablaba de su exilio y recordaba a Franco, tronaba de su ronco pecho…”¡este cabrón de Dictador!” para empezar y en otros momentos recordaba a su patria con amor y nos sorprendía diciendo sus propios poemas…¡era un verdadero sabio! Me enteré de su libro “Curso de Química General”, ed. Marín, 1958, (ver imágenes 5 y 6); dentro de los muchos aspectos que dan valor al libro están gran parte de las ilustraciones que las hacía el propio Modesto a mano y casi ciego muy al estilo de Roger Hayward en una revista yanqui.
Siendo un hombre muy preparado y sensible nunca dejó de agradecer al IPN, institución que nunca abandonó en su vida; la mejor huella de Bargalló en mí, fue el amor a los libros y el sentír el amor a sus libros. En cierta ocasión caminé por una calle donde las librerías vendían libros usados…y ahí adquirí un libro de don Modesto: “Cincuenta Experiencias de Física para la Escuela Primaria” con la dedicatoria y agradecimiento del autor en mayo de 1942

(imagen 4); vea Ud. amable lector, a dos años de llegado y ya publicaba Bargalló ¿Cuánta distancia hay? Entre sus primeros libros y los de mayor alcance que le dieron fama internacional como el de “La Minería y la Metalurgia (en la América Española durante la época colonial)” editado por el FCE en 1955 y que se encuentra agotadísimo hoy día. Este libro es una obra maestra y poco después, en 1969, publicó, siempre señalando su cargo de Profesor de la ENCB del IPN, otra obra eminente, de 600 páginas, tipografía y encuadernación de calidad ; este libro “La Amalgamación de los minerales de Plata en Hispanoamérica Colonial”, lo editó con apoyo de la Presidencia de la Compañía Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey...(imagen 5)

¿Y eso fue todo? ¡No! De ninguna manera, hacia 1973, el Profesor Jubilado del IPN don Modesto Bargalló Ardévol, publicó su libro “Trabajos, Artículos y Apuntes, de1940 a 1972, sobre Química, Enseñanza y Metalurgia Mexicana y de Hispanoamérica Colonial”. Este libro lleva una leyenda en su página dos: “La edición ha sido costeada por el autor; los ejemplares serán obsequiados a sus amigos y colegas y a instituciones de cultura”. De este libro transcribimos la fotografía presentada del autor. Pleno de agradecimientos, advertencias, memorias y recuerdos; conteniendo una excelente biografía de Bargalló, tarea de Héctor Mayagoitia, Fidel Villarreal y José I. Bolivar. Adicionalmente este libro contiene poesías en español y catalán, con notas adicionales sobre los “entretenimientos” poéticos y pictóricos del autor…
Termino esta breve síntesis con un trozo del “Epílogo” de Don Modesto a este último libro que dice, lo siguiente en el texto que es muy valioso pues relata en primera persona lo acontecido durante su escape ante las fuerzas franquistas: “Agonizante la República, abandoné España el 2 de febrero de 1939. Junto con mi esposa y mis dos hijos me trasladé de Figueras a Perpignan en un camión de carga que conducía a Francia a familiares de “carabineros”…El 24 de mayo embarcábamos en Cette, en el paquebot “Sinaïa” con esposa, hijos y hermano…nos iba a conducir a México (con)1800 refugiados españoles, entre ellos mujeres y niños. Salió el día siguiente. Al pasar el “Sinaïa” frente las costas de la tierra catalana en que nací y en la que dormían el sueño eterno mis amados padres, tomaban fuerza real las estrofas de “L´emigrant” del excelso Verdaguer. Y al dejar el “Sinaïa” a su popa en lontananza las últimas costas españolas del Estrecho, me invadieron escalosfríos de emoción y se humedecieron copiosamente mis ojos…”.
Quien aspire a conocer al detalle vida y obra de Don Modesto Bargalló Ardévol solo debe leer con el corazón en la mano el último libro que el Profesor Modesto mandó a impresión…solo para ser… ¡obsequiado!(imagen 6)


De Manuel Castañeda Agulló;
Escojamos cuidadosamente lo que tendríamos que decir; la compleja tarea de seguir el rastro académico de este investigador tan lleno de diferentes facetas del saber científico –y de personalidad tan dinámica- ha sido aligerada por el EMINENTE libro del Dr. Adolfo Pérez Miravete que detalla los hechos y aconteceres del Dr. Castañeda desde su llegada a México en 1939 al igual que da gran peso total a la inmigración española a la ENCB y al despegue de tantos otros grupos de investigación en esta institución …
Cubriendo un lapso de cincuenta años, de1934 a1984, el libro del Dr. Pérez Miravete: “50 años de Investigación en la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas” del IPN, lo publicó la Dirección de Publicaciones del IPN en enero de 1984. Empieza señalando el autor: “Para la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas fue una fortuna HABER NACIDO DE LA DISIDENCIA.... En una época en que la Universidad Nacional Autónoma de México se había convertido en el refugio de la intelectualidad dogmática y conservadora del país, los inconformes, alrededor del Maestro Vicente Lombardo Toledano, fundaron la Universidad Gabino Barreda en donde la que ahora es la ENCB fue su componente de enseñanza biológica mas importante. El impulso recibido en esa época y su orientación bien definida desde su origen justificó su posterior inclusión en el naciente IPN. Sus profesores, de todos los matices políticos, coincidieron en considerar desde un principio que la enseñanza de las ciencias biológicas no es un acto creativo si no se despierta en el estudiante la CAPACIDAD INQUISITIVA que le permita comprender fenómenos tan dinámicos como los que acontecen en los seres vivos. La investigación científica, como lógica consecuencia, formó parte de la enseñanza que ofrecieron las carreras de la escuela y lo que al principio fue una sana intención, se convirtió posteriormente en una filosofía de la enseñanza que ABRIÓ UN CAMINO por donde después han transitado la mayor parte de las instituciones educativas del México actual…”
Y continúa Pérez Miravete: “Otra de las buenas “escuelas” de investigadores que se han formado en el seno de la ENCB, es la creada alrededor de la “conflictiva” personalidad del Dr. Manuel Castañeda Agulló, quien desde la iniciación de su primer laboratorio, dedicado a Fisiología Vegetal, en el Departamento de Botánica, supo crear una atmósfera de trabajo y de rígida disciplina científica que contribuyó a la formación de numerosos jóvenes investigadores…Este punto de vista coincide con el del propio Manuel Castañeda Agulló. En el libro homenaje a Severo Ochoa con motivo de haber ganado el Premio Nobel -1961-, sus colaboradores y amigos expresan con recuerdos y circunstancias su vieja amistad con Ochoa en España; un ejemplar de este libro me lo regaló el Dr. Castañeda Agulló un 23 de abril de 1963, y en el capítulo que corresponde a Castañeda, “En el Laboratorio de Fisiología de la Residencia de Estudiantes…” señala que… ”en España cualquier puesto oficial, sea el de catedrático o el de empleado de correos, se concede por rigurosa oposición… “y continúa: “A mediados del año de 1939, fui nombrado, sin necesidad de oposición, catedrático de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas de la ciudad de México... Por primera vez disponía de laboratorio propio y de algunos entusiastas colaboradores mexicanos…”; antes en su texto, Castañeda nos hizo recordar a Jacques Loeb y su punto de vista físicoquímico de la célula viva, lo que era parte de los estudios que mas atraían a Castañeda según lo dice ahí. También habla de lo atractivo de la personalidad de Juan Negrín quien fungiendo como biólogo experimental, llevó a Castañeda al laboratorio de “la Residencia” donde conoció a Ochoa y de manera amena continúa sus recuerdos con esta persona en ese lugar.
Ya en México El pequeño Laboratorio de Fisiología Vegetal fue instalado posteriormente en el edificio que estaba destinado al Instituto de Fisiología y que, una vez abandonada esta idea se transformó en el mas importante núcleo de investigación de la ENCB en el “Casco de Santo Tomás” (pues) en este edificio el laboratorio del Dr. Castañeda, ensanchó su planta física, sus instalaciones y equipamiento ¿ quien no recuerda aquel famoso “baño María” de metal y 1 m2 por lado –una tonelada de agua- que hizo tronar el piso de madera y los cimientos de la planta alta? ; la actividad ya no se limitó al campo de la Fisiología Vegetal, pues emprendió investigación en Enzimología Básica y Biofísica...al instalarse la ENCB en el edificio del antiguo ”Internado” del IPN, pasó el laboratorio de Castañeda ( alias “el Buzo”) a constituir parte del Departamento de Bioquímica y fue el centro del Departamento de Biofísica” de la Escuela.
“No hay duda de que los esposos Castañeda-del Castillo han seguido un buen sistema de selección de estudiantes y pasantes para su laboratorio, puesto que muchos distinguidos estudiantes de las carreras (licenciaturas) de Químico-Bacteriólogo, primero y de Ingeniería Bioquímica posteriormente, se han contado entre sus colaboradores. Mas adelante el Dr. Pérez Miravete cierra este capítulo señalando que –a mediados o finales de los de los 1970- “los esposos Castañeda y sus colaboradores se trasladaron a los laboratorios del Centro de Desarrollo de Productos Bióticos, auspiciado por la Comisión de Fomento de Actividades Académicas del Instituto Politécnico y abandonaron el Departamento de Biofísica de la ENCB.”
Con el tiempo, el CEPROBI –Centro de Desarrollo de Productos Bióticos- del IPN, quedó satisfactoriamente instalado en Yautepec, Morelos, donde sin perder el marco de Centro del IPN, quedó enlazado filosóficamente a los esposos Castañeda Agulló - Luz María del Castillo,

figura 7; ambos,desde años atrás disfrutaban de su casa de “campo” en ese lugar…
Una lista somera de los jóvenes que pasaron un tiempo de investigación en el, o los, laboratorios de Manuel Castañeda Agulló en cualquiera de sus etapas, puede ser obtenida del multicitado libro de Dr. Adolfo Pérez Miravete, faltando complementar con los que laboran en el CEPROBI.
Y de los otros profesores que me impresionaron, ¿Qué más podríamos decir o ampliar? ¿Quién no recuerda las vitrinas con ejemplares de varios “Phyla” del laboratorio del Dr. Bonet, eran horas y horas frente a las vitrinas, cuyo contenido había que memorizar? ¿Quién no recuerda al Dr. Carrasco en Óptica y en media clase sacando su anforita y dándole tragos a su tibio café-con leche? ¿Al Dr. Gómez Vinuenza aclarando en lenguaje español ortodoxo “que no es lo mismo –acsorción (de absorber)- que acsorción (de adsorber)? ¿ y la excelente clase de Física de Juan de Oyarzabal y su descanso entre clases con el - rodeado de chicas-, este Profesor era el “Gary Cooper” de los exiliados españoles, distinguido porque pagó a “Título de Suficiencia” Primaria, Secundaria, etc?¿ Quien no recuerda la clase de Anatomía de la Dra. Serafina Palma que se levantaba la falda mas arriba del pudor para explicar la inserción y fijación de los músculos de su blanca y bella pierna? ¿Quien no recuerda a la dominante con impecable y bien fajada bata blanca, Adela Barnés;… cuando en clase teórica decía Servín “pase Ud .al pizarrón a resolver este problema” y a “temblar”, o ejercía su poder de experta en clase experimental de ANÁLISIS CUALITATIVO con la “marcha de Curtman” para identificar metales por sus sulfuros¿ A Don Cándido Bolívar y Pieltain con su proverbial generosidad y su lenguaje español tremendamente “trabado” en clase de Entomología Médica? ¿Quién no recuerda las bromas y chanzas de Don Dionisio Peláez en Parasitología, con las muestras refrigeradas, plenas de parásitos altamente patógenos, dispuestas para observación al microscopio por los alumnos…¿Los que nos acercamos a la Dra. Ma. Teresa Toral que, como buena química aparte de su clase, diseñaba y hacía artísticamente, bellísimos cuadros o reproducciones de “grabados en metal”; su vida marital con Lan Adomián, musicólogo destacado, era singular, pues su departamento domiciliario de carácter “mutuo” solo tenía dos puertas para comunicarlos –que cerradas o abiertas- según el caso, permitían o no, el paso de un lado al otro sin romper la privacidad de su contraparte figura 8.
No cabe la menor duda, de que los inmigrados académicos españoles, de esa generación, post Dictadura franquista, representaron un trasplante de cerebros muy valioso para México y una pérdida significativa para el avance de la ciencia en España…

Sunday, February 19, 2012

Los Massieu son unos Salvajes (XV) La Normal Rural de AYOTZINAPA visitada por mi, esposa y Olga Vivar –UAG-

De tantos viajes que mi padre Manuel Servín C. hizo a las ”Montañas del Sur” al abrirse la carretera asfaltada hasta Acapulco –Plutarco E. Calles hízolo en 1927- y ciudades y rancherías pequeñas en el trayecto, mi padre dejaba “para vender a consignación” refacciones Ford...
Mis recuerdos desde pequeño –1933 o 34- eran hacer parada nocturna obligada en “Chilpancingo de los Bravo” como se le llamaba; esa escala era obligada después de pasar 12 o14 horas en el camino...Recuerdo cierta ocasión en que pasamos por “Chilpan” ya oscuro y no nos dejó seguir adelante la policía de caminos; habían asaltado automóviles ...Lo usual era pernoctar en el “Hotel Bravo” en el centro del lugar; con un bello jardín –nos señala Félix J. López en su amenísimo libro “Los Días de Ayer…” (nos lo regaló Luz del Carmen Alarcón) en su sección de Turismo, Hoteles y Restaurantes: “El Hotel Bravo tenía un comedor, a cuyo frente estaba un bien cuidado jardín con plantas que daban un fresco agradable…con administración y mesas donde los huéspedes y parroquianos…jugaban dominó y billar. Este hotel, que fue la casa del general Nicolás Bravo, héroe de la guerra de Independencia, fue salvajemente demolido por el gobierno del doctor Abarca Calderón…” A la mañana siguiente era obligado ir al ”Mercado”, solo unas calles al norte del zócalo. Ya desayunados y tranquilos, otras 2 o 3 horas mas hasta el bello puerto.
¡Cuantos recuerdos tengo! Relativos a Acahuizotla y “su medio túnel...”o Tierra Colorada y el Puente llamativo sobre el Rio Papagayo...después “la Sabana” y la llegada...¿Perdón? llegada, a ¿donde?...¡A la Casa de Doña Lola y Hugh Stevens! Que tenían una agraciada hija, Carolina o Carola...que me enseñó a nadar gracias al empujón que me dió hacia lo mas hondo del mar en el viejo malecón...¿Bañarse en casa? Si claro, ¡a jicarazo! en el patio...! El Hotel de la Marina era un lujo para ricos...A cierta hora “los grandes” se desplazaban al “Siete Mares” o a “La Bavaria”, restaurantes o cantinas famosas....¿Cuántas anécdotas?¡ Imposible contarlas todas! ¡Una mas!...ya que en mi vida pasaron como los kilómetros de carretera... En cierta ocasión un “desertor” del US Army le quitó a Rafael Camacho su taxi por el Cañón del Zopilote, telefonazo a mi padre quien acá llamó a sus amigos de la “Policía de Caminos”, y esperaron al gringo en el ”Mirador” de la ciudad de México para detenerlo en la entrada de Cuernavaca... y adiós “secuestro! “
Por Cuernavaca, Iguala, Chilpancingo y Acapulco; pasó el tiempo volando “en auto”, y un día, hace pocos años, 12 o 15, fui con mi esposa Lina Ruby y su -¿nuestra?- Estefanía a conocer Tixtla y su Escuela Normal Rural de Ayotzinapa que se ubica a la entrada de Tixtla desde Chilpan; esta Normal fue una gran labor del Profesor Raul Isidro Burgos (nieto por “via colateral” de Maximiliano de Habsburgo y parecido a el, ) La escuela tiene en buen resguardo los restos físicos de Raúl Isidro, además que los espirituales están en el pensar y proceder de la misma Normal...A la entrada del vestíbulo del edificio principal hay una pintura mural con la figura completa de Burgos, observando todo con sus impresionantes ojos azules...¡Fue un gran Profesor ¡
Recorrimos las aulas, usualmente llenas de alumnos, que se intercambiaban con la Normal de Palmira, cerca de Cuernavaca, donde estudió mi suegra hace años; los edificios en Ayotzinapa tan llenos de historia, con las figuras de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas por delante.
Una mañana muy temprano –5 am, salimos a recorrer Chilapa en su extraordinario “Día de Mercado”- es el Domingo, y para las 7 am ¡ya se acabó!... Conocimos Acatlán, Zitlala y sus zonas plenas de nahuatlatos con cientos de mujeres de las regiones que bajan al mercado con sus trajes típicos... ¡ Maravilloso lugar ! Como mi esposa es yucateca y gusta de la ropa étnica le regalé un traje de “acateca”...La Dra Vivar nos llevó a conocer a un ingeniero cuyo pasatiempo en Chilpancingo, es hacer y colectar grandes dibujos de las decenas de trajes femeninos de la región –el estado con 60 trajes- como para un Museo de Indumentaria Nacional...¿Y que sería de la “Colección del Sr. Márquez”, quien acompañaba al Indio Fernandez en sus filmaciones...Su legado fue la base del Museo de la Indumentaria ahí en el DF ( Izazaga y 5 de Febrero) donde hoy está la Universidad Sor Juana- ¿Qué sucedió con el Museo que estaba ahí?
¿Hasta cuando estaremos orgullosos de lo nuestro...?

¡Gracias Olga Vivar! por tanto que nos has dado...






Las imagenes 1) Muestra el Hotel "Bravo", 2) Muestra del lado derecho a los papás y hermana de Rafael Camacho en 1936 -del lado izquierdo yo estoy de 5 años con mi papá y mi hermana Bibi-, 3) Muestra el Valle de Tixtla desde la Normal, 4) Muestra al centro al profesor Raúl I. Burgos, la 5) muestra la Plaza Mayor de la Normal de Ayotzinapa, 6) Muestra a mi esposa y mi hija adoptiva entre los salones igual que la número 7, 8) Me muestra a mi, teniendo a mi derecha a Olga Vivar y a mi izquierda a la profesora Alarcón, 9) Estoy con mi hija Ruby Estefania junto a un busto del profesor Burgos, 10) Mi esposa en el día de mercado de Chilapa, comprando una artesania y la 11) Muestra a 2 mujeres indígenas provenientes de Acatlán con su falda típica negra y de colores

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Tuesday, January 17, 2012

Los Massieu son unos Salvajes (XIV) Apostillas sobre el poeta del Sur, Celedonio Serrano Martínez; 1) De Hector Azar, 2) De Efraín Castañeda Reyes y 3) De Manuel Servín Massieu






Don Celedonio Serrano Martínez, profesor y prolífico escritor sobre el hombre del campo mexicano, fue quién después de haber pasado por universidades para obtener sus títulos académicos, murió conservando una envidiable sencillez. Hablar de la historia, el paisaje y la campiña suriana con, sobre todo, del corrido mexicano autóctono como una de sus tesis; el Profesor Celedonio, sostuvo que éste género musical tuvo su origen en México -y no en los cantares españoles- como sostuvieron algunos intelectuales hispanófilos, el corrido es “lo que la historia calla o soslaya…” en México.


Los padres de Don Celedonio, fueron Aurelio Serrano y Emilia Martínez campesinos muy pobres de su región: comunidad “Puerta de Arriba” -hoy Puerta Allende- (cerca de Tlalchopa, al noroeste de Arcelia); sus padres no tuvieron recursos económicos suficientes para enviarlo a estudiar fuera de su comunidad -ubicada en un pedacito de Guerrero entre Michoacán y Estado de México- Celedonio nació el 3 de marzo de 1913. Gracias al apoyo del destacado Profesor Raúl Isidro Burgos –también luminaria educativa de Guerrero de quien hablaremos mas adelante- que fue quién lo llevó a Arcelia para que ahí terminara la instrucción primaria; el mismo mentor, desde luego, fue quien le ayudó para que posteriormente, se trasladara a la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa -entrada sur a Tixtla, Guerrero, por Chilpancingo- y realizara estudios de nivel normal para profesor.
Celedonio Serrano había escuchado, por primera vez, a algunos cantares populares quienes provenientes del “alto Balsas”, pernoctaban en su “cuadrilla”; con Serrano escuchándolos por horas... Era el año de 1926; uno de los trovadores populares que más le impactó fue Lorenzo Díaz, quién le enseñó los primeros sonetos -que eran cantados o transmitidos de generación a generación- .
De “el Corrido”, forma musical que le apasionó, decía Celedonio que “mientras existan campesinos en México, seguirá habiendo corridos”, y luego habla de él remontándose a sus años mozos: “hay corridos líricos que pueden ser canciones de amor que se dedican a las novias” a veces, hasta a las amantes; también había corridos por desavenencias conyugales; también se le hacían versos al amigo que fallecía en forma trágica o natural. Había también una forma especial de corridos, llamados “de desprendimiento” que consistían en que los viejos trovadores, al sentir cercana su muerte, escribían y musicalizaban un corrido, dónde se despedían de sus familiares y amigos…También había corridos “de saludo” que eran cantados en forma recíproca entre “dos grupos de trovadores”. También existía por allá en las tierras del sur, Guerrero, “la bola suriana”, que es uno de los especímenes más ricos en textos poéticos.
Durante muchos años el prolífero escritor e investigador del corrido recorrió un sinnúmero de estados del país visitando sus pueblos y rancherías y hubo ocasiones en que las visitas las hiciera casa por casa para rescatar un canto popular, del cual opinaba, con tristeza, que las autoridades correspondientes lo han descuidado y su producción y origen nacionalista ha ido mermando…El Maestro Celedonio Serrano Martínez fue uno de los pocos hombres de letras en nuestro país que ha puesto en alto el nombre de México en el mundo, a pesar de su extrema modestia. Sin lugar a dudas el tema que más le apasiona es hablar del “corrido” y defenderlo como un genero de música popular auténticamente mexicana…


Así afirma que la época más rica del corrido en México, lo fue “la de la Revolución”, cuando se la escribe como un corrido patriótico; también son corridos de valía los que se dedican al contrabando y a las drogas que son fenómenos propios de la época; el corrido sirve para conservar en la memoria del pueblo la información de los hechos descritos…“El corrido no puede ni debe ser indiferente a nada” completaba Don Celedonio.
El 8 de noviembre de 1963, para graduarse de Maestro en Lengua y Literatura Española en la UNAM, defendió “como un león” su tesis de que “el corrido mexicano no es derivado del romance español”…y con ella “echó por tierra…” las afirmaciones hispanófilas de destacados intelectuales mexicanos como Vicente T. Mendoza, Ali Chumacero, Gabriel Saldivar (entre muchos otros) quienes afirmaban que el corrido en México derivaba del romance español, cosa que Serrano Martínez se encargó de desmentir en su tesis, misma que en 1973, el Centro Cultural Guerrerense la hiciera pública como libro; por cierto, éste trabajo sigue siendo utilizado en algunas universidades norteamericanas como texto de apoyo en las clases de español…
En el aspecto literario, el mentor de muchas generaciones, -Celedonio Serrano Martínez- ha escrito alrededor de 13 obras, pero sin lugar a dudas, el libro más conocido es “El Coyote”; libro que fue publicado en 1951 y que es considerado como una joya de la literatura latinoamericana… Para él, su autor, cierto día nos comentó su origen:
-Andrés Henestrosa, en una ocasión me preguntó: “¿Ya conoces el Martín Fierro?”, a lo que yo contesté que no, entonces él comenzó a leerme algunos pasajes del libro del argentino José Hernández y entonces volvió a preguntarle Henestrosa a Don Celedonio “¿No podrías hacer un intento por escribir un corrido así como el de Martín Fierro? cómo no, le contesté…“tengo un personaje que fue Zapatista y amigo de mi padre, que se llamó Nabor Mendoza y de apodo le decían…“El Coyote”, o “General Coyote…”
Fue entonces que Serrano Martínez se regresó a Coyuca de Catalán, dónde era Director de la Escuela Normal Rural del lugar y empezó a escribir los bellos y profundos versos de El Coyote; éste trabajo le tomó alrededor de un año y medio, corría el año de 1940. La primera persona que lo hizo público fue el historiador y escritor yucateco Ermilo Abreu Gómez, en el diario de circulación en todo el país “El Nacional”; Abreu Gómez también escribió el prólogo de su obra (1).
Historia aparte, merece la forma en que la Secretaría de Educación Pública le editara el trabajo de 319 páginas, hermosa y fuertemente ilustradas por Gabriel Fernández Ledesma y Francisco Moreno Capdevilla; complementa al Coyote don Celedonio con un Epílogo, Notas y Explicación de algunas palabras y expresiones y detalles sobre las ilustraciones. Fue en una de sus giras por Tixtla, Guerrero del Secretario de Educación pública, Don Jaime Torres Bodet, cuando su jefe de prensa, Rafael L. Muñoz le entregó un ejemplar de El Coyote y éste, tras leer las primeras estrofas, llamó a Don Celedonio y le dijo: “Profesor, póngase de acuerdo con Rafael, es un libro muy interesante”…
Meses después Torres Bodet fue removido del cargo junto con su jefe de prensa y luego colocan a otro secretario con su respectivo jefe de prensa, como vocero de prensa, fue colocado Luis Spota, quién un día le dijo a Serrano Martínez “que su libro era muy bueno” pero no pasó nada, tras muchas vicisitudes y después de la intervención de una amiga “calentana” y del General Piña Soria, jefe del Estado Mayor Presidencial, El Coyote fue publicado.
De carácter sencillo y modesta también su forma de vestir y comportarse, Don Celedonio Serrano Martínez es autor de por lo menos 13 libros, como ya se dijo, que sin duda alguna, lo llevarán a la inmortalidad, que era lo único a lo que el aspiraba...
Su primera obra publicada fue El Romancero del Balsas, el que contiene composiciones poéticas; luego publicó El Coyote y después vendría Voces del Campo que es un libro de sonetos; enseguida hizo público su libro El Cazador y sus Perros en el que aborda sus vivencias de adolescente campirano con un perro, libro que le dio la satisfacción de pasar a la inmortalidad, ya que en España fue incluido en una “Historia Universal de la Literatura Infantil”; posteriormente escribió “El Empautado” que es una amena novela en la que se aborda el tema de el cielo y el infierno; también el INPI (Instituto Nacional de la Protección Infantil, antepasado del DIF), le editó su libro de poemas infantiles “Nuevo Júbilo”; la ”La Bola Suriana, fue un ejemplar del corrido mexicano editado por el gobierno del Estado de Guerrero…
Dentro de mis muchos caminares por Acapulco, Chilpancingo, Tixtla/Ayotzinapa y Chilapa/Acatlán -cosa que escribiré mas adelante con detalle- tuve la oportunidad de conocer personalmente a Don Celedonio Serrano Martínez y de conocer su casa en Tixtla, incluida su maravillosa biblioteca, su propiedad rural que llamaba “Palito Verde”; recordando a Celedonio vienen a mi memoria aspectos de Tixtla (3). Entre otros temas de conversación con el Profesor Serrano el me honró con el obsequió de un ejemplar de EL COYOTE. Sería vano referirme yo solo a esta obra y solo me queda subrayar al lector, lea el prólogo a esta obra escrito por el gran yucateco Ermilo Abreu Gómez, mismo que para que no haya escapatoria…lo reproducimos a continuación,
( 1 ) Dice Ermilo Abreu Gómez: Los corridos mexicanos tienen sabor y gracia que solo a nosotros gustan. En otros paladares se tornan ríspidos. Agradan y molestan al mismo tiempo. Nadie podrá confundirlos con los corridos de otros países de América. Estos muestran cualidades de expresión de otra índole. No se hable tampoco del parentesco que los liga con los propios de Andalucía. Yo no sé en qué consiste la diferencia, menos podría explicarla; sólo sé que existe y que para mi sensibilidad, mas que para mi razón, es evidente. De estos tópicos no quiero ni preocuparme ni ocuparme; por ahí andan eruditos y técnicos en el saber de las formas literarias que, entre graves y ligeros, han discurrido sobre estos problemas.
Aquí meramente he de decir las ocurrencias gratas que me sugiere la lectura sabrosísima de El Coyote, corrido compuesto por el poeta Celedonio Serrano Martínez, natural de las tierras del Sur. No cualquiera acomete la empresa de un corrido grande; menos si se trata de guardar en él la coherencia poética de un episodio nacional. Ni el propio Don Guillermo Prieto intentó tal cosa; prefirió fragmentar los romances en los que cantó a los héroes de la Independencia. Se necesitan agallas épicas y temple en la conciencia. El ejemplo clásico nos lo dio el corrido argentino de MARTIN FIERRO, que compuso José Hernández. Todavía destila savia humana –por gaucha y por sincera- aquella obra que define el espíritu de una nación. Otro ejemplo más cercano, nos lo ofreció Francisco Castillo Nájera. Recordemos GAVILAN, corrido de la tierra de Durango. Tiene, pues EL COYOTE buenos y diestros hermanos mayores. En ellos ha aprendido mañas, lindezas y gestos. Pero no les debe todo, que nuestro héroe tiene lo suyo y muy propio y muy hondo y de muchísima gracia. El poeta que abrió las puertas para que El Coyote de marras y su penco y sus mesnadas entraran por los solares de la poesía, sabe lo que hace, conoce sus fuerzas y el alcance de sus ilusiones. El paisaje de El Coyote está descrito con sobriedad. No faltan, es claro, toques crueles y crudos que dan al relato un tono rústico y aun de furia. Todo cuadra con el aliento de las escenas que se desarrollan. La tierra por donde pisan y galopan los caballos del mílite, ocupa sitio especial en la escenografía del poema. Es tierra árida y feraz. Sus terrones se empapan con las lluvias y se agrietan con los soles. Los abismos la hacen trágica y las llanuras plácida. Sobre esta quebrazón se movió ágil y señor EL COYOTE del cuento; sobre ella el hombre y sus turbas crearon un ambiente de polvo, de ira y de canción. Las gentes de EL COYOTE tenían echados en el morral retazos del alma y estaban dispuestos a olvidarlos en cualquier lugar y a jugarlos, a cara o cruz, en la mesa de la primera posada. Entretenían el ocio de la guerra, asentados junto al fuego, dejando ver las caras renegridas y las manos toscas. Bajo el sol relucían por igual carabinas y crucifijos. Los cascos herían las lajas y aventaban el polvo. El aire se llenaba de voceríos agrios; y el horizonte de latigazos de luz. EL COYOTE, altanero y señor se adelantaba a sus hombres. Con el avanzaba la ira y el arrojo. Delante de él huía el miedo. Le seguían sus hombres: atentos los ojos, anhelantes las bocas, agitados los pechos, encrespadas las cabelleras, ariscas las manos. En frente el enemigo se agazapa o se precipita agresivo. El encuentro ha de ser rápido y sangriento. Después del combate EL COYOTE se va por ranchos y caseríos donde recluta gente para cubrir sus bajas, dar expansión al cuerpo en coloquios de mujer y alegría al espíritu en juego de naipe, junto al tufo del mezcal, aroma de la tierra. Y así se le iba la vida entre riesgos y placeres cuando a traición cayó abatido. De su fama y de su muerte nació una leyenda y de la leyenda nació el corrido grande que compuso el poeta Celedonio Serrano Martínez que aquí les presento, a tiempo de que yo me retiro.
A Celedonio Serrano Martínez –poeta de la Tierra Caliente- no le conocen los círculos literarios de México. Es mi amigo. Hemos asistido a varios congresos de maestros; hemos conversado muy a gusto sobre temas de nuestro oficio y predilección. Ahora Jaime Torres Bodet –con buen acuerdo y buen gusto- le imprime su última obra que se llama EL COYOTE, corrido grande de la Revolución. Con este motivo quiero que se recuerden las líneas anteriores que con mucha emoción le he escrito (2)
(2) Aunque Don Jaime Torres Bodet dio el acuerdo para la impresión de este libro en la época en que fue Secretario de Educación Pública, no se llevó a cabo, sin embargo, dicha impresión sino hasta ahora que se encuentra al frente del Ministerio de Educación el Lic. Manuel Gual Vidal.
(3) Recuerdo la granjita “Palito Verde” de Don Celedonio que estuve apunto de rentar; rodeada de árboles frutales adaptados desde varios climas –ver imágenes-
Llegan a mi memoria recuerdos de Don Celedonio y el autor de este blog acerca de como reímos sobre la conseja que publicó el periódico de Tixtla referente al panteón del lugar –el cual ,como varias partes de la ciudad- “quedan por abajo del límite del agua de la adjunta laguna en tiempo de lluvia”; en cierta ocasión se inundó el cementerio, dejando solo fuera del agua “las cruces de algunas tumbas”, al siguiente día, el periódico del lugar, publicó un encabezado que decía: “tragedia en Tixtla, se ahogaron los difuntos en el panteón”... A propósito de este lugar ,vale decir que tiene en el portón de la entrada al recinto una gran leyenda: “Aquí termina la vida y empieza la eternidad…” Esta idea –el encuentro con la inmortalidad debida a su obra literaria- era reiterada por Don Celedonio en su charla. Yo creo que ha sido difícil saber cuando falleció en la realidad el Maestro Serrano Martínez –debe haber sido por ahí de finales de los 1990 o principios de los 2000- ¿Dónde quedó su amplia biblioteca personal? ¿Qué fue de su casa en Tixtla? ¿Dónde quedaron sus efectos personales? Son interrogantes que se hacen al respecto… Considero que la Escuela Normal Rural de Profesores en Ayotzinapa –adjunta a Tixtla- debería ser un magnífico remanso para los efectos personales del poeta y Maestro Celedonio Serrano Martínez; él fue además, un colaborador cercano de Raúl Isidro Burgos y los orígenes de esa Escuela.